Aunque en julio CABA y el conurbano representaban más del 95% de los infectados totales, la tendencia comenzó a revertirse y crecieron exponencialmente los contagios en varias provincias. Las causas, desde la perspectiva de los especialistas.
El viernes, durante la última renovación de la cuarentena hasta el 11 de octubre, el mensaje del Gobierno fue claro: aunque el AMBA continúa complicado –con “una meseta alta”– toda la preocupación se concentra en el interior del país. Lejos quedó esa postal en que la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano reunían el 95% de los contagios totales y ocupaban el epicentro de la pandemia en Argentina, mientras que el resto del territorio –casi indemne– parecía haber superado el conflicto. En los últimos reportes que brinda el Ministerio de Salud en cada jornada, por el contrario, se advierte que el asunto está dividido: aproximadamente un 60% de los 12 mil infectados diarios habitan en el Área Metropolitana de Buenos Aires, y la parte restante lo hace en las provincias. De hecho, hay algunas como Santa Fe, Mendoza, Río Negro, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Jujuy que exhiben cifras y una velocidad de propagación preocupantes. ¿Por qué el foco del conflicto sanitario se desplazó de Buenos Aires a las provincias? ¿Cuáles son las claves para comprender el fenómeno?
“La situación en el AMBA está más o menos estable, pero crece significativamente en el interior. La única provincia en la que ya no suben tanto los casos es Entre Ríos, porque hizo un retorno a la Fase 3 por dos semanas que le dio buenos resultados. En el resto, los contagios crecen a una velocidad increíble, de hecho, Mendoza y Jujuy superan a CABA en la cantidad de casos cada 100 mil habitantes”, explica Rodrigo Quiroga, bioinformático, docente en la Universidad Nacional de Córdoba e Investigador del Conicet. Siguiendo con este razonamiento, completa: “La gran mayoría de las provincias se niegan a retornar de fase y es muy preocupante porque significa que habrá muchos más distritos con escenarios desastrosos. Además de Jujuy, el sistema de salud está al límite en Mendoza, Salta, Tucumán, Santiago y La Rioja”.
Jorge Aliaga, físico y secretario de Planeamiento de la Universidad Nacional de Hurlingham, describe al respecto: “Una explicación de lo que está pasando en el AMBA podría ser que hay una combinación de gente que estuvo exceptuada (por actividades esenciales), no se cuidó y ya se contagió; sumado a un montón de adultos mayores que están cuidándose. Como resultado, aquellos que estaban expuestos comienzan a contagiarse menos y, por otro lado, las personas que se verían más afectadas por el patógeno, como se mantienen a resguardo, no están produciendo tantas muertes”. Sin embargo, todavía resta un largo trecho, desde su enfoque, para extraer una conclusión positiva. “El problema principal es que existe una situación completamente inestable, todavía resta un montón de gente por contagiarse. Por más adentro que uno esté, de forma paulatina se puede llegar a infectar porque el contacto con los que circulan por la calle es inevitable”, asume Aliaga. Siempre hay un familiar designado para hacer las compras del supermercado, llevar los medicamentos, realizar los cuidados y hacer compañía. Cualquier contacto con el exterior, desafortunadamente, puede traducirse en un peligro potencial para los adultos mayores y los grupos de riesgo que toman recaudos.
Desde marzo hasta julio, el resto del país no experimentó casos prácticamente. En efecto, si se sumaban los contagios de AMBA y Resistencia, aproximadamente, cubrían el 99% de los infectados y el resto de los focos, desperdigados, estaban controlados. “En las provincias se pasó del aislamiento al distanciamiento y ello provocó un mensaje quizás equivocado en la gente. Se creó la ilusión de que todo había terminado cuando no era así. Muchas de las personas que iban al AMBA por trabajo, volvían contagiados y, para colmo, como en sus lugares de origen todo estaba con menos restricciones, el virus circulaba rápidamente. El peligro de esto, lo diré hasta el cansancio, es que las personas contagian sin saberlo”, repite Aliaga.
Colapso sanitario
Una preocupación central es que las condiciones sanitarias en el interior no son las mismas que en Buenos Aires. Si bien todas las provincias se han equipado para combatir la expansión del Sars CoV-2, existen condiciones estructurales que hacen más difícil la situación en uno y otro caso. Además, aunque los reportes indiquen que todavía hay disponibilidad de camas de terapia intensiva, colectivos de especialistas como la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva han hecho público su reclamo y han sido convocados por Alberto Fernández para compartir su preocupación. Más allá de los esfuerzos realizados, lo que faltan son recursos humanos.
“Estamos en un momento de inflexión de la pandemia. Los casos parecen haberse estabilizado en CABA y el conurbano, aunque al mismo tiempo existe un alarmante aumento de los contagios en distintas provincias. Esto hace que la situación de las terapias intensivas sea grave. No solo estamos trabajando con un alto nivel de ocupación sino que también nos encontramos al borde del agotamiento”, describe Arnaldo Dubin, miembro de la SATI. Y continúa: “En el interior, la situación es disímil: hay provincias en las que el colapso es un hecho. En Jujuy y Salta, por ejemplo, ya están derivando pacientes a otras localidades porque el escenario es desesperante. Estamos en un riesgo cada vez mayor de colapso total”.
Aunque desde la mirada lineal, esquemática y porteñocéntrica el “interior” suele ser definido como un bloque uniforme, en verdad, está repleto de heterogeneidades. Como resultado, el diagnóstico es variopinto: “En algunos sitios todavía queda un poco de resto, los recursos tecnológicos (camas, respiradores) están, pero faltan recursos humanos: médicos, enfermeros y kinesiólogos entrenados en terapia intensiva. En otros, muchos colegas han denunciado la inexistencia de oxígeno durante semanas. Incluso, ciudades importantes como Rosario, con sistemas sanitarios bien desarrollados, están con porcentajes de ocupación elevadísimos”, relata Dubin.
“Hay pueblos cuyos centros de salud tienen poquitas camas. En algunos se enferma la mitad del personal y ello implica que deben dejar de atender. Es difícil. Además, también hay que tener en cuenta que, en todos lados –empezando por Nueva York– los sistemas no están preparados ni de casualidad para que todo el mundo se enferme al mismo tiempo. De la misma forma, los bancos no están preparados para que todos saquen dinero en simultáneo. De hecho, durante nuestros inviernos, el sistema de salud suele estresarse algunas semanas por las enfermedades respiratorias de estación. También juega mucho la cultura”, subraya Aliaga. Con “la cultura” se refiere a un componente que no se ha tenido muy en cuenta en los análisis de la propagación de la curva de infectados y muertes. La referencia es para los abordajes antropológicos y sociológicos que comienzan a incorporarse y visibilizarse. Las costumbres y los hábitos de la población doméstica, esto es, compartir el mate, ir al trabajo a pesar de la enfermedad, los besos y los abrazos, así como la falta de higiene, han demostrado ser factores importantes.
Las más complicadas
Durante las últimas dos semanas, Jujuy, Mendoza, Río Negro, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Santa Fe son las provincias que acumularon la mayor cantidad de casos. Si bien hasta julio los focos de contagio estaban controlados, el escenario sanitario se transformó y estas jurisdicciones detentan altos niveles de circulación. El gobierno jujeño, por ejemplo, anunció que su sistema sanitario estaba colapsado, con hospitales saturados de pacientes en varios puntos del territorio. Acumula 14 mil contagios y 425 muertes.
Santa Fe, que durante buena parte de la pandemia se ubicó como una provincia modelo, desde septiembre es una de las más comprometidas. Ya supera los 25 mil casos acumulados, cuando a mediados de julio solo registraba 500. El crecimiento es exponencial y la principal preocupación se traslada a los barrios de Rosario. Mendoza, por su parte, decretó el retorno a la Fase 1 hasta el martes, con el objetivo de evitar las aglomeraciones y los festejos por el Día de la Primavera. En este sentido, estipuló multas desde 10 mil pesos para aquellas personas que incumplan las medidas.
Río Negro –ya superó los 10 mil desde que todo inició– es la provincia más complicada de la Patagonia. Durante el último mes, muchas ciudades debieron retroceder en las flexibilizaciones porque sus centros de salud habían colapsado. Los ejemplos de General Roca y San Antonio Oeste son paradigmáticos, con la puesta en marcha de “cordones sanitarios” para contener los nuevos brotes de contagios hasta el 27 de este mes. Santa Cruz es la segunda gran complicada del sur, con circulación comunitaria en Calafate; mientras que Tierra del Fuego –la primera que comenzó con la cuarentena en Argentina– ha dispuesto restricciones por rebrotes en Río Grande.
Propuestas y matices
“Estamos entrampados porque existe una baja percepción de riesgo y el colapso es inminente. Entre la relajación que hay y la Fase 1 hay un montón de matices; es dramático que no se haga nada, porque básicamente es abandonar a la ciudadanía a su suerte”, comenta Quiroga. En esta línea, el joven investigador propone algunas líneas de acción que los gobiernos podrían ejecutar para disminuir la velocidad de contagio. El poder político, desde su punto de vista, debería convencer a las cámaras empresariales para que logren entender que tanto los trabajadores con diagnóstico positivo como los sospechosos deben aislarse. “Conozco ejemplos en que algunos patrones obligan a sus empleados a asistir al trabajo, incluso, luego de un hisopado positivo. No entienden que si se les contagia el personal son menos productivos”, apunta.
También se podrían limitar las reuniones sociales; controlar mejor el transporte interjurisdiccional; regular para que las actividades más riesgosas –como los restaurantes, los gimnasios y los bares– se realicen al aire libre de manera obligatoria; implementar un cierre total los fines de semana (medida que funcionó con éxito en naciones como Israel o Turquía); generar la obligación, ahora que se vienen días más cálidos, de ventilar los transportes públicos y llevar las ventanillas abiertas; que los negocios atiendan afuera y que las colas de los bancos siempre sean en las veredas y no dentro de los locales; intensificar el rastreo y el aislamiento de contactos estrechos.
“Las localidades chicas con pocos médicos y con poca estructura tienen que tener especial cuidado. El coronavirus y el relajamiento representan un cóctel explosivo. Hay que entender que cada vez que en algún distrito se habilitan actividades las personas circulan más. Llega un momento en que las ganas pueden más que el miedo. El Estado debe imponer nuevas normas de convivencia para poner en primer lugar los derechos supremos que todos y todas tenemos, me refiero a la vida y a la salud”, remata Quiroga.
Percepción del riesgo y el rol de los medios
Uno de los principales inconvenientes para el exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA radica en la comunicación y el mensaje que brindan los medios hegemónicos. “Si se sigue comunicando que esto ya pasó y que ya baja, si se presiona con la vuelta a clases y con la apertura de actividades que generan una mayor exposición al contagio, estaremos complicados. Se podría disparar todo de nuevo. La sensación en CABA es que tienen el fuego controlado y le van tirando ramitas a medida que ven que se apaga un poco”, ilustra Aliaga, que además se focaliza en la necesidad acuciante de comunicar mensajes contundentes. En este sentido, no se debe sembrar el pánico en la población así como tampoco deslizar mensajes que abran la puerta a la relajación total porque, a menos que haya inmunidad colectiva (vacuna o 70% de infectados y muchas muertes en el camino), todavía falta.
“La percepción errónea y la manipulación mediática que realizan los periodistas es la siguiente: ‘¿Después de tantos meses de aislamiento me vas a volver a encerrar?’ Sumado a frases que prenden como ‘La cuarentena más larga del mundo’. A mi juicio deberían cerrar y aumentar las restricciones. En Rosario deberían haber cerrado hace un mes; en Venado Tuerto, el día en que los hospitales afirmaban no tener más capacidad, había una marcha en oposición al cierre de actividades”, dice Aliaga. Si bien algunas provincias como San Juan, luego de advertir un incremento de los casos, aumentaron las restricciones, en la gran mayoría, no sucedió del mismo modo. “Paradójicamente, los lugares en los que ganó la oposición hay una menor percepción del riesgo. En Mendoza y Jujuy hay un crecimiento enorme, por ejemplo”, plantea.
Sobre una hipótesis similar trabajan Natalia Aruguete y Ernesto Calvo, expertos en agenda, medios de comunicación y política. Básicamente, aquellos argentinos más alineados con el discurso oficialista suelen priorizar la salud y defienden la respuesta sanitaria del gobierno, mientras que los más afines a la oposición, se focalizan en la economía y critican los costos económicos y laborales (desempleo) que ha supuesto la cuarentena. El color político, por tanto, podría traducirse en la actitud sanitaria que cada individuo tiene frente a la pandemia. Y todo ello se retroalimenta a partir de las redes sociales, que amplifican los miedos y las certezas según el caso.