lunes, diciembre 23, 2024

Claudia Martearena | Licenciada en Psicología

Lugares supuestos

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…Entonces el recuerdo de la infancia empezó a rondarle la cabeza… el papel de buen perdedor le había parecido siempre demasiado atractivo. Había sido su especialidad en la adolescencia: perdía valientemente en las peleas contra los chicos más fuertes, jugaba mal al fútbol… (“hay que concederle algo al bueno de Henderson, decían… “es un perdedor nato”). En la universidad su talento había podido desplegarse -había exámenes que reprobar y elecciones que perder- y después en la Fuerza Aérea se presentó la oportunidad de que lo clasificaran no apto, de manera honrosa, como cadete de aviación.

…Ahora parecía destinado inevitablemente a cumplir con el llamado una vez más.

Richard Yates, Once tipos de soledad (del cuento “Un perdedor nato”)

Es del todo adecuado reflexionar acerca de la importancia de la infancia como un momento fundamental en el desarrollo de la subjetividad. He tomado el fragmento antes citado para ejemplificar cómo influye la relación con los otros en la constitución psíquica de una persona.

Desde ya antes de nacer, y durante su desarrollo, el niño adquiere un lugar que está relacionado en cómo se ha (y fue) insertado en un mundo que lo fue constituyendo. El “mundo” familiar. La relación con sus figuras paternas, los hermanos, abuelos, y otras personas importantes.

Ricardo Rodulfo, psicólogo y escritor argentino, se ocupa de señalar que al niño se le asigna un lugar dentro de un mito familiar, entendiendo a este último como un conjunto de espacios que lo preexisten, es decir, ciertas concepciones de alguna manera heredadas que ya antes de nacer hacen que el chico sea deseado, pensado, nombrado e idealizado por sus padres desde su propia individualidad. Estos mitos que se van reproduciendo (actuados, hablados, sentidos) son determinantes.

¿Por qué es tan importante la relación con los otros en la niñez? Porque, en un mundo a conocer donde todo es aprendizaje, el discurso de los otros posiciona al niño a punto tal que lo va definiendo. En el transcurso de su vida, y sin saberlo, la persona va desarrollando su subjetividad apropiándose de aquello que los demás designan para él. De esta forma, puede pensarse como Henderson se ve como el no elegido, se ve en el banco (en el papel de buen perdedor)”: pierde las peleas, juega mal al fútbol, reprueba exámenes… Citando: “(“hay que concederle algo al bueno de Henderson, decían… “es un perdedor nato”). Se puede entrever la mirada de los demás; mirada que seguramente fue puesta en palabras, oída y apropiada por él.

La disposición es, por supuesto, inconsciente. El personaje no despierta con la misión cotidiana de que todo le salga mal, con el hábito de no ganar; de cierta forma esto se ha constituido como formas de pensamiento, comportamientos y sentimientos que lo concurren sin que sea consciente, pero que fueron formando su lugar de “perdedor”. Posición que ha ido tomando con posterioridad.

“…Ahora parecía destinado inevitablemente a cumplir con el llamado una vez más.”, dice el cuento, como si se tratara de un destino despótico e inmutable. Pero… ¿Puede cambiarse todo esto? ¿Cambiar el lugar que se ocupa en el mito familiar? ¿La influencia del discurso de los otros sobre la propia perspectiva de vida? Por supuesto, por ello la importancia y necesidad de concurrir a análisis. De manera voluntaria esto no puede cambiarse, ya que como se dijo anteriormente, tienen que ver con cuestiones aprendidas en la infancia y, por ende, reproducidas de manera inconsciente. Ejemplo de esto puede ser la experiencia de un amor infantil. Hipotetizando al personaje de Henderson, puede ser que de niño haya estado de “novio” con una compañerita y ve que ella “lo deja” por otro chico más grande. De esta manera, y sin saberlo, irá reproduciendo esa experiencia de relación amorosa en sus posteriores parejas. Afianzará su lugar de “perdedor”. Allí está la repetición de la que se hablaba: de cierto modo se irá posicionando y pensando como insuficiente, con temor a que aparezca otro y lo despoje.

Es necesario entender que en el inconsciente (el perder, el ser abandonado, engañado, etc.) está pasando siempre de manera actual. Aunque para la conciencia es pasado, para el mundo psíquico interno ese momento está pasando y repitiendo sin saberse.

En el análisis esto puede tratarse, efectivamente. Pero para contrarrestar los efectos de esas experiencias, de ese lugar de posicionamiento, es necesario, en primer lugar: concientizarlo, saber acerca de eso que se repite para luego cuestionarlo. Desnaturalizar eso que se ve como natural, saber que tiene un origen y que se puede trabajar para revertirlo.

CLAUDIA MARTEARENA

Licenciada Psicóloga | Formosa Capital

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