Una jornada de violencia estatal dejó imágenes desgarradoras en las calles de Buenos Aires. Los jubilados, acompañados por hinchas de distintos clubes de fútbol y gremios de la CGT, fueron brutalmente reprimidos mientras exigían una jubilación digna.
Una vez más, la escena se repitió: ancianos con bastones, abuelos empujando sus sillas de ruedas y adultos mayores con carteles pidiendo comida y medicinas, fueron reprimidos sin piedad por las fuerzas de seguridad enviadas por el gobierno de Javier Milei. Palos, gases lacrimógenos y carros hidrantes fueron la respuesta estatal a quienes solo reclamaban poder vivir con dignidad después de toda una vida de trabajo.
La diferencia esta vez fue la presencia de hinchas de distintos clubes del fútbol argentino, que decidieron sumarse a la marcha en señal de solidaridad. “A nuestros abuelos no se los toca”, cantaban, mientras intentaban proteger a los jubilados de la avanzada policial. Pero ni la presencia de los trabajadores de prensa ni la multitud de testigos impidió que las fuerzas reprimieran con brutalidad a todos por igual, dejando decenas de heridos y varios detenidos.
Mientras Milei y su gabinete justifican la represión con discursos vacíos sobre el “orden público”, la realidad es que miles de jubilados no pueden comprar medicamentos ni pagar la luz con haberes miserables, cada vez más pulverizados por la inflación y los tarifazos impulsados por el gobierno libertario.
El presidente, que prometió terminar con la “casta”, sigue golpeando a los sectores más vulnerables, mientras destina recursos millonarios a reforzar la represión y a garantizar que las voces del pueblo no lleguen al Congreso. Pero la resistencia crece: cada semana, más sectores se suman a los jubilados, demostrando que el pueblo argentino no está dispuesto a resignarse ni a ser silenciado.
El grito de la marcha fue claro: “Con los abuelos no se jode”. Y a pesar de la violencia estatal, cada vez resuena más fuerte en las calles del país.
