domingo, diciembre 8, 2024

Claudia Martearena | Licenciada Psicóloga

Derrocar al rinoceronte en la sala

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Sin ánimos de caer en una sobrevaloración del concepto, hay que revestir y exaltar al “amor” como fuerza motora. Socialmente instalado como sentimiento, afecto o inclinación, es musa para poetas, dramaturgos, novelistas… pero hoy por hoy ¿Qué significa “amar” en el ámbito cotidiano? Como parte de un todo complejo, revisitaremos uno de los actos de amor que, quizá, se encuentra entre los más desestimados.

Dicen por ahí, que por amor se han forjado revoluciones, actos cometidos con gran valor donde la finitud de la humanidad parecía nunca aproximarse, palidecer ante la fuerza de empuje que el amor como andamiaje podía arremeter. En circunstancias no tan excepcionales (y las enteramente excepcionales) ¿no fue acaso el sentirse amado, el sentir que se inspiraba amor, lo que llevó a la consecución de actos extraordinarios (y ordinarios)?

En los actos más pequeños, se han atravesado zonas de confort: se ha aprendido andar en bicicleta, cocinar arroz con leche, la letra de una canción… Desde pequeños, el sentir la presencia del otro, el apoyo, el sostén, sirvieron de base constituyente para crear las propias fortalezas.

No estoy tratando de romantizar la conducta humana. Estoy intentando destacar la importancia que tiene, para todos, el saberse querido. Este año tuvimos que ordenarnos en el caos que significaba el 2020, contexto desprovisto de los rituales que definían la habitualidad. Nuevos márgenes del hacer y pensar, y hasta sentir; cada uno en su propio lugar desde el aislamiento social preventivo y obligatorio…

A partir de esto, en muchas ocasiones en este periodo, y ante determinadas circunstancias, ¿no se ha rozado usted con el rinoceronte de la soledad? Leí alguna vez que la sensación de soledad incrementa la percepción de vulnerabilidad. Y qué declaración tan certera. Una vez más, destaco la importancia de saberse amado. De sentir la fuerza del empuje para poder avanzar. En estos meses muchos han perdido empleos, han sido diagnosticados con patologías, tuvieron que despedirse de personas que querían (y aun en eso, a muchos les ha tocado atravesar un ritual distinto para velar a quien amaba). Se han disuelto empresas, abandonado estudios, disuelto relaciones de pareja, y hasta familias. Por ello, en días como hoy, refuerzo la idea del amor como motor haciendo mención a las palabras de Johann Goethe: “da más fuerza saberse amado que saberse fuerte: la certeza del amor, cuando existe, nos hace invulnerables”.

¿Y cómo combatir al rinoceronte en la sala? “Escuchar” como acto desapercibido de demostrar amor, de humanizar, de acreditar y dar margen a la subjetividad. Pero escuchar en serio, atender a las palabras, pensarlas… y así, dar entidad al otro: posicionarlo como ser, brindarle importancia a lo que siente y piensa, valerse de las palabras para combatir la incertidumbre.

En una sociedad que rinde culto a la estabilidad emocional, a la felicidad perpetua, al estereotipo del impenetrable, “escuchar” le permite al otro saberse querido, y por ello, motorizar sus bases para el empoderamiento, para la formación de proyectos. ¿No se siente uno mejor después de una charla con alguien cercano?

Ser escuchado derroca las penas de quien es oído, hablar de lo que pasa… sana. Así, escuchar no es solo sentarse horas y hablar personalmente. Atendiendo a la situación contextual, prestarse a la escucha son también los mensajes de WhatsApp, videollamadas, chats, donde dejo que el otro hable y atiendo a lo que dice. Me preocupo, visito su vulnerabilidad y aunque no puedo cambiar su situación crediticia, de salud, amorosa, etc… me presto como sostén un ratito para que descanse en las palabras y pueda seguir.

Escuchar es insurrección, es combate.

CLAUDIA MARTEARENA

Licenciada Psicóloga | Formosa Capital

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