Donald Trump ratificó su voluntad de asestarle otro golpe ultraconservador a la vida política de Estados Unidos. Tras la muerte la jueza Ruth Bader Ginsburg, uno de los íconos feministas de ese país, propuso formalmente para su reemplazo en el Tribunal Supremo a Amy Coney Barrett, una magistrada de 48 años, declarada antiabortista y religiosa.
“Es un honor para mí nominar a una de las mentes legales más brillantes y talentosas de nuestra nación para el Tribunal Supremo”, dijo el presidente estadounidense durante la presentación formal de su candidata e instó a la mayoría republicana del Senado a confirmarla cuanto antes, a pesar de que los demócratas pidieron aplazar el proceso hasta después de las elecciones presidenciales de noviembre.
Durante la nominación, que tuvo lugar en la Casa Blanca, el mandatario calificó a su candidata como “una mujer con logros inigualables, un intelecto imponente, credenciales excelentes y una lealtad inquebrantable a la Constitución“.
“Amo los Estados Unidos y amo la Constitución de Estados Unidos”, subrayó en su discurso Coney Barrett, quien actualmente es jueza del Tribunal de Apelaciones del Séptimo Circuito y se ajusta al libreto de la administración republicana: en sus fallos se evidenció como defensora de las políticas antiaborto, contraria al programa sanitario denominado Obamacare y es católica practicante.
De ser confirmada por el Senado, esta magistrada cubriría la vacante que dejó la progresista Ruth Bader Ginsburg, fallecida el pasado 18 de septiembre y convertida en un icono de la lucha por la igualdad de género.
En su discurso, la candidata prometió que tendrá presente el legado de Ginsburg, a la que alabó por haber roto los “techos de cristal” impuestos sobre las mujeres y a la que elogió por haber “ganado la admiración de las mujeres de todo el país”.
En rigor, Barrett es todo lo contrario, sobre todo en lo que se refiere al aborto: la fallecida jueza protegió ese derecho a toda costa, mientras que la nueva magistrada se posicionó en varias ocasiones a favor de restringir el acceso a ese procedimiento. No obstante, no llegó a decir si se pronunciaría a favor de anular el fallo judicial de 1973 con el que el Tribunal Supremo legalizó en la práctica el aborto en Estados Unidos.
El anuncio de Trump fue recibido con aplausos por parte del centenar de personas que presenciaron el acto, entre ellos por la familia de Barret, quien es madre de siete hijos, dos de ellos adoptados en Haití y uno con síndrome de Down.
Sin sonrojarse por las críticas, el presidente exigió a los medios de comunicación que se abstengan de hacer “ataques personales” contra Coney Barret y exigió a la mayoría demócrata a “brindar a la jueza las audiencias respetuosas y dignas que se merece”.
Desde su llegada a la Casa Blanca en 2017, Trump consiguió colocar a otros dos conservadores en el Tribunal Supremo: Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh.
El Tribunal Supremo está conformado por nueve jueces con puestos vitalicios y que tienen el poder de cambiar las leyes del país durante décadas. En concreto, juegan un papel crucial en temas como el aborto, los derechos de los migrantes, la privacidad, la pena de muerte y la tenencia de armas.
La muerte de Ginsburg dejó a la corte con tres jueces progresistas y cinco conservadores. Por tanto, si Barrett consigue llegar, Trump habría conseguido inclinar definitivamente la balanza a favor de los conservadores, que tienen mayoría en la corte desde 1972.