Provocaría una brecha cambiaria superior al 80% y, en consecuencia, una presión inflacionaria extra de entre 10 y 15 puntos porcentuales sobre los insumos en dólares. Haría perder recaudación y provocaría una corrosión insalvable en la credibilidad del programa económico; cuando, hasta el próximo 15 en que se presente el Presupuesto Nacional, todo tiene que ser credibilidad y sustentabilidad. Con estos argumentos, Martín Guzmán fue, otra vez, contundente en la defensa de su política cambiaria. Le dijo concretamente al jefe de Estado y al resto del gabinete, que la prohibición (o limitación extrema) del acceso del público al dólar ahorro, implicaría un triple error que dañaría demasiado su plan estratégico de “estabilizar y normalizar la economía argentina”. Este concepto, su preferido en los días posteriores al canje de deuda local y extranjera, sería el principal norte de lo que el ministro quiere aplicar en todas las áreas donde se ejecuta la política económica y fiscal en general dentro del gobierno; y que, en consecuencia, de alguna u otra manera, tienen que ver con las decisiones que se tomen en los próximos días. Más si la temática se concentra en el dólar; el gran desafío de cualquier gobernante que quiera manejar la economía criolla con éxito. Y donde los antecesores de Alberto Fernández y Guzmán anotan más fracasos que éxitos.https://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.407.2_en.html#goog_492399073
El resto del gabinete económico mira al ministro de reojo. Lo consideran un experto (demostrado en la cancha) en procesos de reestructuración de deuda. Está sorprendiendo además al resto del Gobierno, en tiempos de elaboración del Presupuesto, como un muy buen analista fiscal y conocedor de las verdaderas posibilidades políticas de recortes de gastos y aumentos de ingresos en tiempos de análisis de la pospandemia. Sin embargo, se considera (mencionándolo muy por lo bajo por ahora), que no es un conocedor del chúcaro y complicado mercado cambiario argentino; y que, lidiar contra las alzas especulativas del dólar y la constante, preocupante y militante demanda de la clase media de la divisa, merece atención más vernácula y de “calle cambiaria” que académica. Sin embargo, Guzmán insiste en aplicar sus ideas para contener primero y recuperar después las reservas del Banco Central; la variable en observación luego de la reestructuración de la deuda en divisas.
Tiene espaldas. Es la estrella del gabinete. El goleador de un equipo al que le cueste llegar al área rival. Según la descripción de un colega de gabinete “es la tapa de El Gráfico”. Y, en consecuencia, el que manda en materia económica. Su apoyo viene del Presidente, y también, de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner; y, con ese respaldo, el resto de los responsables sectoriales de la política fiscal, cambiaria y productiva, deben alinearse. Por ahora, con estos pergaminos económicos y políticos, se hará lo que diga Guzmán. Al menos hasta que se conozca el presupuesto para el 2021.
La visión de Guzmán sobre el dólar es la siguiente: para el ministro, se debe mantener la autorización para acceder a los u$s200 de ahorro mensuales en el tiempo. Sostener estos permisos, traería, en el corto plazo, una sensación de estabilidad y confianza; factores indispensables para poder seguir adelante con un plafón de credibilidad para la estrategia económica de todo el gobierno de Alberto Fernández. Apuesta el ministro a que el mercado vaya encontrando su equilibrio, apostando además al poder de fuego poscanje que detentan el Banco Central y la ANSES a través del Fondo de Garantía Sustentable. El organismo que maneja Miguel Pesce cuenta con los u$s15.000 millones y el que dirige Fernanda Raverta unos u$s12.000 millones. En total sumarían unos u$s27.000 millones; en un mercado donde, se estima, con menos de 100 millones diarios se disciplinaría. Según Guzmán, este poder de fuego debería bastar y sobrar para colocar el dólar donde quiera el Gobierno; y poder continuar, con mayor o menor velocidad, con la política de devaluaciones diarias de entre el 0,05 y el 0,3% del dólar oficial. Según los números oficiales, esta estrategia hizo ya que durante la cuarentena la versión pública y legal de la cotización de la divisa supera en más de 10 puntos porcentuales a la inflación; y podría cerrar el año en, mínimo, 10 puntos más. Sería un 20% por arriba del IPC, una revalorización que de haberse hecho en unas pocas jornadas hubieran enloquecido el mercado cambiario y quedado en la historia como la primera gran devaluación de Alberto Fernández. Otro capítulo en el que confía Guzmán, es en que en el poscanje, la demanda de dólares para posicionarse mejor ante la reestructuración de deuda, desde esta semana tendría que comenzar a traer los resultados esperados, en cuanto a la caída de la demanda de divisas.
El ministro insiste además en los peores tormentos económicos que tendría abandonar el dólar ahorro, en las actuales circunstancias. Lo primero que menciona el funcionario es la presión inflacionaria que traería la medida. El números oficiales hablan de la posibilidad que el blue se escape automáticamente unos $20 o 30, llevándolo a una banda de entre $152 a 165; con una devaluación de entre 15 y 25%. Ese porcentaje empezaría a presionar directamente en la economía real; ya que, se reconoce, el aparato productivo criollo (en épocas de megacepo y restricciones para el acceso a divisas para pagar importaciones) toma el valor del blue como el adecuado. Y consecuentemente la inflación medida por el INDEC empezaría a reflejar estas presiones alcistas en un nivel imposible de mensurar con anticipación, pero que por la experiencia del último tramo de las presidencias de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, no serían menores al 10%.
Guzmán menciona también cuestiones fiscales. La aplicación del impuesto al 30% para la compra de los u$s200, ya está trayendo buenas noticias recaudatorias, en momentos en que es clave recortar al mínimo la distancia entre los ingresos de la AFIP y la abultada cuenta del gasto público. Los números acumulados a agosto hablan de $89.611 millones de ingresos por esta vía, proyectándose ya un promedio de $22.000 millones para los próximos meses; con lo que la cuenta final del año se acercaría a los $178.000 millones. Sería dinero que de restringirse o limitarse el dólar ahorro, directamente desaparecería. Para tener idea de la importancia de ese dinero, el costo del IFE para el año está presupuestado en unos $270.000 millones, con lo que el 30% a la compra de dólar cubriría gran parte de la aplicación de este plan.
Finalmente Guzmán habla de la necesidad de crear confianza. Y que esta se consigue siendo previsibles. Y esto cumpliendo promesas. Si se restringiera en cualquier momento de septiembre el dólar ahorro, los que habrán ganado son los que durante los primeros días de septiembre se abalanzaron en las pantallas de los bancos públicos y privados para conseguir sus 200 dólares; mientras que los que confiaron en el Gobierno y el mensaje del ministro sobre que no habría restricciones serían los que habrán perdido. La historia de los ministros de Economía del país se basa, en parte, en el mantenimiento de las promesas. O de la fallas a la palabra empeñada.
]]>