domingo, diciembre 8, 2024

El regreso de María Eugenia Vidal: su fuerte autocrítica y la nueva identidad que piensa para Juntos por el Cambio

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La ex gobernadora bonaerense trabaja para contener a todos los sectores dentro de Juntos por el Cambio y apuesta a generar una convivencia más sana. Revisa los errores del pasado y analiza el impacto de las marchas contra el Gobierno

De a poco. Despacio. Con cautela. Midiendo las pisadas. María Eugenia Vidal está volviendo lentamente a la escena política principal. Su voz, que nunca se dejó de oírse detrás de bambalinas, comenzó a escucharse con más frecuencia en la esfera pública. Los conceptos de sus charlas en Zoom con dirigentes de base de Juntos por el Cambio comienzan a conocerse con más frecuencia. Su mensaje empezó a romper la propia estructura creada para vivir, por un tiempo, lejos del poder. Tiempo en el que inició un proceso de autocrítica y dibujó en el aire los nuevos pasos que debe dar una dirigente con peso nacional.

Todavía no está dispuesta a volver del todo al escenario mayor. Paso a paso. Está cómoda lejos del barrial en el que se convierte la política argentina cuando un tema de agenda electrifica la relación entre el oficialismo y la oposición. Asume que es un año complicado desde lo económico y sanitario, y que ya habrá un momento para volver a hablarle a la gente. Otra vez, después de asimilar el golpe de efecto que generó la última derrota electoral. Y así iniciar un acercamiento a sus votantes y un debate más contundente sobre la identidad de Juntos por el Cambio.

Vidal aún no sabe si será candidata el año que viene o no. Y si lo sabe, no lo dice. En sus charlas con dirigentes territoriales suele marcar que le gusta jugar en equipo. Y que en 2015 fue candidata a gobernadora porque hasta allí la llevó el espacio político que integra, no fue un objetivo personal que arrastraba desde antes. Si el año que viene sigue pensando lo mismo, quizás se convierta en la cara visible de la oposición cuando se avecinen las elecciones legislativas. En su círculo más cercano tratan de bajar las ansiedades de propios y extraños. Y le piden que no se desgaste y que piense al detalle cada paso que da.

Mientras tanto trata de colaborar en la unidad de la coalición y en el trabajo de alianzas para abrirla. Piensa que todos tienen que estar bajo el mismo techo. Los duros, como Patricia Bullrich, o los más dialogistas, como ella. Sin unidad, no hay posibilidad de ser competitivos. Se lo dijo hace poco a uno de sus dirigentes de confianza. En palabras más concretas le planteó que “Juntos por el Cambio está transitando un proceso sano de entender que la unidad no significa unanimidad y que hay roles distintos”.

Está convencida que hay que entender la diversidad en la unidad. La frase es un sello distintivo de su forma de entender la política y de sus charlas diarias. “Que tengamos diferencias no significa que en lo fundamental no estemos de acuerdo”, repite. Cada día. Cada semana. Sin embargo, hay un punto que solo expresa en la intimidad. Se resume en una oración: “A Juntos por el Cambio le cuesta aceptar la diversidad interna”.Ningún problema que no pueda gestionarse con un puñado de dirigentes y operadores que tengan una buena muñeca para limar asperezas y encontrar puntos de equilibrio.

Vidal cree que la tolerancia de las diferencias internas es un proceso que deben realizar puertas adentro en la coalición. Suele poner como ejemplo lo que pasa en la vereda de enfrente. “El Frente de Todos tiene a Berni y Zaffaroni y nadie se inmuta. Pueden ser todo. No es un tema para ellos. ¿Por qué tiene que serlo para nosotros que tenemos menos diferencias que ellos?”, se queja en privado. Además, asume que en la alianza hay dirigentes que representan distintas porciones del electorado. Y esa característica, mirando hacia el futuro, es por de más de interesante. Algunos son representantes de un sector más duro y rígido, como es el caso de Miguel Pichetto y la ex ministra de Seguridad, y otros identifican al más flexible y amplio, como ella y Rodríguez Larreta. Todos pueden, y deben, convivir.

Al mismo tiempo está segura de que el actual es el momento más sólido de la coalición. Más que cuando gobernaban. Ser opositores, lejos de debilitarlos y dividirlos, como sucedió con el peronismo entre 2015 y 2017, los fortaleció. Y considera que ese corto camino que transitaron este año los ayudará en el 2021 para afrontar las instancias electorales. Se puede doblar pero no quebrar. Eso lo tiene en claro y es el mensaje que empuja por las arterias de la coalición.

La discusión interna del próximo año girará en torno a dos temas: el liderazgo opositor y la identidad partidaria. La ex gobernadora es de las dirigentes que cree que los liderazgos se definen con votos y asume que en la actualidad no hay un líder en Juntos por el Cambio. No es Mauricio Macri. Tampoco Rodríguez Larreta ni ella. Solo existen liderazgos provinciales como el de Gerardo Morales en Jujuy o Gustavo Valdés en Corrientes. O los intendentes en sus municipios. Pero no hay una cabeza nacional.

El nombre aparecerá el año que viene. Durante y después de las elecciones. Es lo que piensa. Además, en su lectura política tiene un ítem que comparte con el jefe de Gobierno porteño. En el 2019 la gente dio una muestra de que no quiere dirigentes que expresen la radicalización de un proyecto político, de una idea. Cristina Kirchner lo supo interpretar a la perfección y decidió que Alberto Fernández sea candidato a presidente. Se corrió hacia al centro y entendió la importancia consenso en la cabeza de la gente. Vidal cree que hay que seguir un camino similar. Sin radicalizarse, pero agarrados de la mano de los que expresan esas posturas extremas.

Los dirigentes que expresan esas posturas son los que motorizaron las protestas en la calle contra el Gobierno, aunque ellos mismos digan que no las convocaron. Con respecto a esas importantes manifestaciones Vidal tiene una mirada distinta a la de una parte importante del espacio político. Unos días después del #17A lo puso en palabras para que el círculo más chico lo sepa. Me parece un error que creamos que las manifestaciones son de Juntos por el Cambio. Son de la gente. Ellos la promueven. Y también es un error que el oficialismo minimice la marcha”, les dijo.

Su mirada está anclada en la idea de que las protestas callejeras son un fenómeno que está sucediendo en todo el mundo, que se pudo ver en las manifestaciones contra el racismo en Estados Unidos, a favor de la independencia en Cataluña o en contra de los aumentos de tarifas en el transporte público en Chile. La gente se convoca por redes, no tiene líderes claros y se moviliza en la calle. Para ella sería una interpretación fallida de la política pensar que esas movidas tienen un sello partidario al que apoyan. Esa gente, entiende, responde a un interés propio y lo hace a través de una modalidad que se replica en distintas protestas. Hoy pueden apoyar a Juntos por el Cambio y mañana dejar de hacerlo.

La ex gobernadora no suele acompañar esas marchas. No lo hace en persona. No lo hizo cuando gobernaba y tampoco ahora, donde no tiene un cargo en el Estado. Tampoco las cuestiona. Tal es así que desdramatrizó el conflicto que se generó porque dirigentes como Patricia Bullrich, Waldo Wolf o Fernando Iglesias participaron de una convocatoria en el centro de una ciudad, que atravesaba el pico de contagios de coronavirus y que gobierna un representante de Juntos por el Cambio. “Son diferencias de forma, no de fondo”, considera. Cree que en el fondo las dos alas que tiene la coalición coinciden. Un ejemplo es la mirada sobre la reforma judicial. Hay unidad de criterio en lo que piensan sobre el proyecto de ley. A todos les parece inapropiado y fuera de tiempo.

En este tiempo lejos de la escena principal la ex gobernadora hizo un trabajo profundo de autocrítica. Su principal definición, que la suele repetir en las reuniones virtuales, es que el espacio político tiene que dar una muestra hacia afuera de que realmente entendió los motivos por los que perdió la elección de 2019. “No le podemos volver a pedir el voto a la sociedad sin una explicación. Sin decirle que escuchamos y que entendimos. Gran parte del error fue no escuchar”, afirmó, palabras más, palabras menos, en los Zoom donde trató el tema.

La critica que más impacto le generó en estos últimos meses salió de la boca de su ex ministro de Economía Hernán Lacunza. “Subestimamos los problemas y sobrestimamos nuestras capacidades”, le aseguró. Vidal se mostró de acuerdo al instante. Miró hacia atrás y encontró hechos claves que explican esa idea que le transmitió su ex funcionario. “Pensamos que sacábamos el cepo, lográbamos un acuerdo con holdouts y llovían los dólares. Y no fue así. Hubo un problema de diagnóstico”, fue lo primero que atinó a plantear después de esa charla.

No tomaron en cuenta el prontuario de la Argentina en el mundo. Los defaults y los incumplimientos permanentes en el mundo financiero. Los dólares nunca llegaron, como había expresado Macri tantas veces. La ex mandataria lo reconoce. Y no solo eso. También asume que como coalición funcionaron mejor en lo electoral que gobernando, lo que generó distintos niveles de tensión a lo largo de los cuatro años de gestión. Idas y vueltas. Reproches internos que nunca llegaron a romper la alianza.

Parte de esa autocrítica que hizo la llevó a hacer principal hincapié en la crisis económica y la comunicación. Cree que cuando la situación de la economía empeoró, el gobierno se encerró. Entonces, empezaron los problemas. Perdió la capacidad de poder ampliar su mirada para buscar otra solución distinta a la que planteaban en la mesa chica que lideraba el ex presidente. No abrieron los ojos y se tragaron el vidrio de la puerta.

En lo que respecta a la comunicación, uno de las de las obsesiones del ex jefe de Gabinete Marcos Peña, está convencida de que hubo grandes fallas. Piensa que el gobierno de Cambiemos no le pudo dar sentido a lo que hacían. El discurso público se había convertido en una larga enumeración de logros, como las estaciones de Metrobús, la extensión de cloacas o de rutas, solo por poner algún ejemplo. “El problema no es la cantidad de cosas que haces, sino el sentido con que lo haces”, reflexionó junto a sus íntimos en este tiempo retrospectivo.

En el último gobierno no pudieron expresar con claridad cuál es el rol del Estado o que mirada tienen sobre la política social. Les faltó construir un marco conceptual e ideológico. Un mensaje simbólico que describa que idea tenían y tienen sobre la política estatal, económica o social. En la Casa Rosada se alejaron de la política, la despreciaron, con el fin de convertirse en exponentes de un nueva forma de gestionar, basada en el vínculo uno a uno con el ciudadano. Los resultados quedaron a la vista.

Aunque parezca extraño, el mejor ejemplo que tomó Vidal para marcarles a los suyos las fallas que hubo en el mensaje fue el relato del kirchnerismo. “Si hay algo que tienen en claro ellos es quiénes son sus adversarios, a quiénes defiende y a quiénes ataca. Se puede estar de acuerdo o no, pero lo saben”, razonó. La ex gobernadora considera que el mensaje del kirchnerismo ha sido unificador y consistente en los extremos. Es decir, un concejal de un pueblo bonaerense y Cristina Kirchner tienen la misma mirada sobre un hecho puntual como puede ser la intervención y expropiación de la empresa Vicentin. Hay un hilo conductor que los une y que se formó con el tiempo.

En gran medida considera que Cambiemos no tuvo ni tiene ese modelo porque construyó su identidad al mismo tiempo que gobernaba y fue un frente creado con un objetivo claro: ponerle un freno al poder de Cristina. El kirchnerismo, en cambio, saltó a la escena nacional en el 2013 pero ya había hecho pie bastante tiempo atrás en Santa Cruz. La conformación de esa identidad es un trabajo que tienen pendiente en la oposición y que, según ella, debe afrontarse en el mediano plazo.

Vidal aún no definió cuándo se subirá al ring de la política diaria. Sabe que hacerlo implica un desgaste. Levantar el perfil, hablar en los medios, multiplicar sus actividades y estructurar un discurso público que marque la agenda interna de Juntos por el Cambio y en el sistema político nacional. Le lloverán los reproches y las chicanas. No tiene intenciones de confrontar con Axel Kicillof. Ni siquiera le dio demasiada importancia a las críticas que su sucesor en el cargo le lanzó con respecto al estado del sistema de salud bonaerense. Se quiere alejar de la grieta, de la que está harta. En el momento que decida volver lo hará sin que el gobierno nacional o provincial la empujen al medio de la pista. Y ese momento, por ahora, no llegó.

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